¿Quo vadis cirugía: tecnología antes del conocimiento... antes del sentido común?
Resumen
La práctica operatoria hace parte del arte del hombre desde la más remota antigüedad. Ella nació para atender la necesidad de reparar los traumatismos físicos sufridos por los seres humanos en su vida diaria. Era ejercida por empíricos dotados de habilidad manual, altruismo, coraje y dedicación al prójimo. Paulatinamente, surgieron nuevos conocimientos y nuevas habilidades que permitieron ampliar el ámbito de acción de los empíricos. En realidad, estos artesanos no eran médicos y les era negado el acceso a las escuelas de medicina, situación que se fue modificando a partir del siglo XVI, cuando les fue posible realizar estudios anatómicos en cadáveres, hecho muy importante, conseguido gracias al prestigio de algunos operadores cercanos a la élite dirigente. Se iniciaba entonces una nueva era en que el conocimiento iba siendo incorporado a la habilidad del operador.
Las etapas fundamentales del acto operatorio están restringidas a cuatro componentes: la diéresis, la hemostasia, la exéresis y la síntesis. Así fue y así será. Lo que se modifica continuamente es la forma de ejecución. Tomemos como ejemplo las maneras de realizar la hemostasia. Inicialmente la hemostasia era practicada por cauterización con metales calientes y, hasta Ambrosio Paré, con aceite hirviente. Actualmente se cuenta con recursos que promueven la hemostasia eficiente a través de noveles tecnologías, como el bisturí armónico. La necesidad sentida constituyó un estímulo y las soluciones surgieron como respuesta a estas necesidades que van ocurriendo en la práctica.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, fueron integrados determinantes fundamentales como la anestesia y la asepsia, verdaderos hitos en la evolución de la cirugía.
Las inquietudes y dudas que originaba la práctica quirúrgica fueron llevadas al laboratorio en busca de soluciones para muy diversos problemas. La experimentación trajo una nueva dimensión al medio quirúrgico, enriqueciendo de manera constante el capital intelectual del cirujano. El antiguo operador iba dando lugar a un actor mejor preparado, el cirujano, cuya actividad vital va más allá del acto operatorio. Las alteraciones orgánicas secundarias a la enfermedad quirúrgica y el impacto de la operación sobre el organismo pasaron a ocupar la atención del operador, ahora cirujano.
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